miércoles, 30 de abril de 2008

(Del lat. *amicĭtas, -ātis, por amicitĭa, amistad).

"-Los amigos van y vienen- dijo mientras bebía otro trago directo de la botella. No hacía mucho que acabábamos de salir del subterráneo y ahora, sentados en la acera, observábamos el constante transitar de personas que iban y venían del local.

-Ya deben ser las 4- murmuré por lo bajo, mirando de reojo la caja vacía de Gato Negro apoyada en mi costado.

-Los amigos van y vienen- repitió lentamente a la vez que señalaba la esquina junto al semáforo. Allí, conversando con dos desconocidos se encontraba Miguel.- Y la verdad no me importa- suspiró antes de sacar de su bolsillo un encendedor y prender su doceavo cigarro.

-Puede que tengas razón- ya con algo de sueño, y molesta por el constante zumbido en mis oídos, no deseaba animarla a proseguir con aquella perorata. Más bien, quería ponerme de pie y bajar las escaleras hasta refugiarme en aquel salón pasado a sudor y marihuana.

-De verdad, no valen la pena. Un día están, otro no…- su voz se escuchaba cansada y con un deje de pena. “Ésta ya se puso cuática” recuerdo haber pensado mientras miraba nuevamente hacia la esquina, esperando alguna seña o movimiento. - Y es que nada es seguro en esta vida.- Dijo acercando su rostro. Su aliento rancio me llegó de costado. –Un día te quieren, otro te odian…- sonrió, e indicándome la entrada se puso de pie.- ¿y qué importa?- su rostro, enmarcado por la escasa luz de la calle, me recordó un cuadro viejo, desteñido. Media hora después de haberla visto cruzar la calle y perderse en la noche yo seguía sentada en el mismo lugar. El frío nocturno había comenzado a entumecer mis manos. “Los amigos van y vienen” quise decirlo en voz alta, pero las palabras, para variar, murieron en mis labios.

-¿Nos vamos?-”


lunes, 28 de abril de 2008

sábado, 26 de abril de 2008

Miedos


Hace años dejé de temerle a la oscuridad y de apoco me estoy haciendo amiga de los insectos ¿qué gracia tiene aquello? pués una sola; poder vivir y morir tranquila sabiendo que me superé en ciertos aspectos. Como ves, no soy un ser humano que desee grandes cosas. No quiero mucho dinero, ni gran fama. Quiero vivir en un cerro y mirar la mar todos los días, perder la aprehensión de morir en sus aguas. Quiero, y esto es lo más importante, perder el temor a la soledad. Y es que mi mente, en acto ambiguo, desea y detesta a la vez ese factor humano. Sentirme querida aún forma parte de lo que llamo prioridad ¿de qué sirve? Si miro mis manos congeladas, si muevo mis dedos pálidos, nerviosos y busco una mirada de apoyo ¿la encuentro? casi siempre chocan imágenes en mi retina en que no hay nada más que el deseo de ser y de estar, pero ambos son cristalinos, sin forma y orgullo. Yo pienso que detrás de todo esto sólo nada el deseo de permanecer en los recuerdos, de ser una sola otra vez.

viernes, 25 de abril de 2008

No hay paso seguro...



Para llegar hacer algo grande y sentirse bien con el resultado hay que comenzar practicando con cosas pequeñas, ya que finalmente gota a gota se irá llenando el vaso... por ejemplo, yo he querido durante años acabar con mi vida, por el sólo placer de hacerlo. ¿Pero de qué me vale una muerte rápida si no puedo disfrutarla a conciencia? por ello opté por la bebida y el cigarro, que en cantidades moderadas me permiten disfrutar del proceso. Es un camino lento y poco seguro, pero un camino al fin y al cabo. Como no hay apuro, las adicciones a esos elementos no forman parte de mi existencia ¿para qué? no deseo nublar mis sentidos y perderme el maravilloso declinar de la vida (y la renovación del ciclo) prefiero dar la vuelta completa, caminar por la cuerda, llegar a los extremos, volver a la media y seguir.