jueves, 8 de mayo de 2008
NEO
domingo, 4 de mayo de 2008
Actores
Marión llevaba dos horas sentada en el suelo del pasillo. Su espalda recta contra la pared, la cabeza levemente ladeada hacia la izquierda y su mirada fija en un punto imaginario, la rodeaban de un aura que discrepaba horriblemente con su mundo interno.
Todo parecía
Un papel en esta vida lo era todo. Ella para variar no recibía ninguno. "Quizás sea a causa de tu mirada" le habían dicho alguna vez "parece carente de un todo" y junto a ello se habían derrumbado todas sus esperanzas. Un actor no podía permitirse tal sacrilegio, debía sacar el papel adelante. Creerse totalmente el cuento. Aún así, allí estaba otra vez, sentada en el frío suelo del pasillo.
-¿Como se tardan eh?- la voz provenía de algún punto a su costado derecho. -Mmm- fue su rápida respuesta. Y es que realmente, esas horas, en comparación a toda una vida no eran nada.
-¿Faltará mucho?- No le sorprendió notar en la voz un deje de enojo. Y es que ella alguna vez ya lo había sentido, o mejor dicho, alguna vez lo había sentido todo mientras que ahora no sentía nada. ¿De qué sirve un actor derrotado? cada vez que entregaban la lista con el reparto ella no veía su nombre escrito, como si la vida se empeñara en demostrarle una y otra vez que no tiene lugar en el mundo, que forma parte de aquel selecto grupo que no sirve para nada. ¿De qué sirve un actor sin personaje? El estatus y los estudios se desvanecen en el aire si la idea central, aquella que forma lazos entre la propia vida y el mundo, no está presente.
-Me estoy cansando- Su voz coincide con el crujir de la entrada. Una mujer de cabellos rojos se asoma por el marco. Por fin Marión se voltea y observa el mudo transitar de sus compañeros actores que se reúnen junto a la puerta. Allí, como aves rapaces esperan impacientes que la punta metálica de los chinches mastique la madera- Tic, tic, tic, tic. Cuatro veces escucha el sonido y tres veces piensa ¿De qué sirve un actor sin un papel? la cuarta vez lo dice en un hilo de voz que logra atravesar el gentío hasta llegar a oídos de la pelirroja.
-Nada. Sólo estorba- ya libre de angustia baja la mirada. Seguramente en esa lista no está su nombre.
viernes, 2 de mayo de 2008
Mi egoísmo es puro y nada inocente...
Yo quiero cometer errores, sufrirlos y gozarlos; aprender de ellos.
Yo quiero tener el derecho de disponer de mi futuro, mirar hacia delante, optar por uno u otro camino.
Yo quiero decir, mientras los miro a los ojos, "no me contuve", "Una vez hice esto y lo otro".
Yo quiero tantas cosas....
Yo quiero poder preguntarte "¿necesitas ayuda?"
Yo necesito dejar de decir "yo" para centrame en el "tú" y no morir en el intento.
Y es que dejar de pensar en mí, en lo que quiero, en lo que deseo, es tan difícil....
Dime ¿podremos llegar a viejos sin sentir culpa alguna?
miércoles, 30 de abril de 2008
(Del lat. *amicĭtas, -ātis, por amicitĭa, amistad).
"-Los amigos van y vienen- dijo mientras bebía otro trago directo de la botella. No hacía mucho que acabábamos de salir del subterráneo y ahora, sentados en la acera, observábamos el constante transitar de personas que iban y venían del local.
-Ya deben ser las 4- murmuré por lo bajo, mirando de reojo la caja vacía de Gato Negro apoyada en mi costado.
-Los amigos van y vienen- repitió lentamente a la vez que señalaba la esquina junto al semáforo. Allí, conversando con dos desconocidos se encontraba Miguel.- Y la verdad no me importa- suspiró antes de sacar de su bolsillo un encendedor y prender su doceavo cigarro.
-Puede que tengas razón- ya con algo de sueño, y molesta por el constante zumbido en mis oídos, no deseaba animarla a proseguir con aquella perorata. Más bien, quería ponerme de pie y bajar las escaleras hasta refugiarme en aquel salón pasado a sudor y marihuana.
-De verdad, no valen la pena. Un día están, otro no…- su voz se escuchaba cansada y con un deje de pena. “Ésta ya se puso cuática” recuerdo haber pensado mientras miraba nuevamente hacia la esquina, esperando alguna seña o movimiento. - Y es que nada es seguro en esta vida.- Dijo acercando su rostro. Su aliento rancio me llegó de costado. –Un día te quieren, otro te odian…- sonrió, e indicándome la entrada se puso de pie.- ¿y qué importa?- su rostro, enmarcado por la escasa luz de la calle, me recordó un cuadro viejo, desteñido. Media hora después de haberla visto cruzar la calle y perderse en la noche yo seguía sentada en el mismo lugar. El frío nocturno había comenzado a entumecer mis manos. “Los amigos van y vienen” quise decirlo en voz alta, pero las palabras, para variar, murieron en mis labios.
-¿Nos vamos?-”